jueves, 6 de marzo de 2014

La desalienación de la esencia del ser humano: La reforma de la ley del aborto.


No es poco trascendente el debate suscitado en los últimos días en España a propósito de la propuesta de la reforma de la ley del aborto. Y esto es así, no por la doctrina católico-apostólica  que la iglesia mantiene sobre esta materia, ni por la dificultad jurídica y parlamentaria que acarrea un tema tan controvertido. Esto es así, por el grave daño que, tanto progresismo descontrolado y enfervorecido está causando a la esencia del ser humano, que debe ser, y creo que es muy razonable, la lucha por la vida, la supervivencia propia y la de sus hijos. Manifestando una crisis de conciencia y de razón de ser.
Al igual que cualquier animal, organismo celular o unicelular.
¿Qué sería de nosotros, si la célula que surgió en la tierra hace 5000M de años, en vez de realizar la mitosis para no encontrarse sola en un mundo desconocido, hubiera querido abortar y morir sola segando de golpe tan solemne como incognoscible milagro de la vida?

Por una parte, me preocupa el reconocimiento social que este progresismo está alcanzando debido fundamentalmente a dos razones: La ignorancia e incultura generalizada de la población; nos faltan muchas horas de colegio, de lectura, de charlar con personas ilustres, de saber escuchar y aprender, para no dejarnos llevar por los impulsos, por la galantería de las bellas palabras y dulces propósitos que un líder carismático nos introduzca por el oído, para poder sacar nuestra opinión propia, ser libres e independientes y no arrojarnos a ciegas a un grupo al que otorgamos un cheque en blanco de nuestra voluntad, para que dicho grupo lo pinte con lo que quiera, véanse ejemplos de asociaciones cuyo máximo exponente para mí son las patéticas Femen.
La otra razón, más poderosa si cabe, la evolución de una sociedad individualista, egoísta en sí misma, con una enorme falta de educación y valores, que consigue que las personas (hombres, mujeres, hombres y mujeres establecidos en pareja o matrimonio) sólo piensen en sí mismas e incluso se llegue a hablar de un hijo, bebé, recién nacido o concebido no-nacido como una carga, un estorbo y una obligación, cuando en la historia esto nunca ha sido así.  
Denuncio que no se presenta el esfuerzo y el sacrificio como una alternativa en la vida, sino que evolucionamos buscando la solución fácil, sencilla, la que no nos complique la vida (pero la nuestra; la de nuestro cigoto no nos importa).
Solo pongo un ejemplo, en las familias de hace un siglo, o incluso menos, cuando no existía el aborto, es decir, las familias de quienes son hoy nuestros padres, abuelos o bisabuelos… los núcleos familiares eran mucho más sólidos, se tuvieran 1, 2, 3 o 14 hijos sólo había una forma de actuación: Mirar hacia adelante y luchar. Valores que honran al hombre, a la mujer, a la familia.
Muchos de los que puedan leer esto, seguramente hoy estén aquí porque sean nietos, o bisnietos de familias hacinadas en núcleos míseros salpicados por la crudeza de la guerra y la postguerra en los cuales sus líderes, ese clásico matrimonio de mujer entregada a la casa y sus hijos y marido trabajando de sol a sol por un jornal que apenas daba para la manutención o luchando en el frente (no importa cual) con el único objetivo de poder ofrecer un futuro mejor a su familia pero sobre todo, a sus hijos. Valores que yo me pregunto, ¿dónde se encuentran hoy?

La crisis de valores.
La crisis de valores no es una problemática que nace exclusivamente de la idiosincrasia de las personas, sino que es un flujo de fuerzas y elementos ajenos a nosotros ante los que no podemos escapar, y transforman nuestra forma de pensar, de actuar, alteran nuestros valores y cambian nuestra esencia.
El medio puede ser externo, que nos obliguen a consumir hasta la ruina, que nunca nos conformemos con nada (barrera importante a la hora de afrontar un proyecto familiar), porque por un lado muy difícilmente, la mayoría de nosotros, y menos ahora, nos hallemos nunca en una situación de tal confort económico como para pensar en formar una familia con los excedentes después de haber saciado todas las necesidades que dicen que tenemos (televisión de plasma de 50 pulgadas, un móvil de última generación para cada progenitor, un coche que luzca (pero que luzca ante los demás) para cada uno…).
Las familias de la nueva generación se construirán con la lucha y el sacrificio que los padres harán en detrimento de sus hijos, o nada.
Y aquí estamos ante el otro problema, el medio interno; ¿cuánto nos preocupa cómo somos percibidos socialmente? ¿Estamos dispuestos a renunciar a nuestra calidad de vida y nuestra apariencia ante los demás porque por ejemplo, nos venga un hijo no esperado o no deseado en este momento que nos OBLIGUE a cambiar y replantear nuestros horizontes de forma prematura?
No hay más que decir.

El daño causado por la iglesia católica.
Parece que es sinónimo estar a favor de la nueva ley del aborto y ser un defensor de la vida y los valores de la familia, con la doctrina de la iglesia católica y es un tema por el que no pasaré jamás porque además de demostrar un desconocimiento sobre la materia que va más allá de fanatismos religiosos (y de fanatismos de cualquier tipo), es rotundamente falso.
La iglesia católica y la iglesia en general, hace muchos años que se descompasó de la realidad social que hasta entonces representaba y el poder político que ejercía.
A día de hoy, es un lastre para el Estado del que, a mi juicio, éste se irá deshaciendo poco a poco.
El extremismo de la iglesia en esta materia es impropio de toda razón humana.
Nadie cuestiona (salvo la propia iglesia) que los supuestos que prevé  la ley no sean legítimos y de pleno derecho para la mujer, ya que atenta de pleno contra su dignidad como persona (hablamos de violación) o su salud (peligro de su vida durante el embarazo) o contra la salud de su “concebido no-nacido” (malformaciones graves del feto).
Ir en contra de esto sería ir en contra de toda razón humana, una pena que muchos lo utilicen como único argumento para desacreditar las corrientes constructivas y razonables.

Lo que nos enseña la naturaleza.
Como en multitud de casos en los que los animales nos demuestran lo miserables que podemos llegar a ser en ocasiones, como puede ser el maltrato hacia ellos o su abandono… en los que ellos siempre nos devuelven muestras de lealtad, de cariño y de amor, lo mismo sucede en el fenómeno de la procreación y la maternidad en las especies; Grandes ejemplos que, como en otras ocasiones, podemos aprender de ellos y que nos sirvan para crecer como personas:

“Las madres de las orcas y los delfines permanecen despiertas constantemente durante los primeros meses de vida de su cría. Aún hay cuidados más delicados, como el que brinda la madre morsa a su recién nacido, al bañarlo exhaustivamente con el equivalente animal a besos y abrazos. Y ahí están los cocodrilos. Si uno piensa en ellos, jamás le vendría a la mente la idea de ternura. Pero transportan a sus crías recién salidas del huevo hasta el agua en las mandíbulas plagadas de dientes, que les sirven de urna infranqueable para protegerlas de los depredadores terrestres. Y continúan haciéndolo durante el primer año de vida.
Los humanos hemos convertido el cuidado materno en regla moral, social, religiosa y hasta legal. Para los cocodrilos y los pulpos, las razones son otras. Las “pulpas” vigilan y abanican a sus entre 50 y 200.000 huevos durante 40 días, y no se alejan de ellos ni para alimentarse. Cuando los pequeños eclosionan, ellas, agotadas y expuestas a depredadores, mueren al poco tiempo.”

Concluyendo…
El aborto no debe ser considerado como un derecho subjetivo de la mujer, ni del hombre, ni de ningún ser humano, persona o cosa sino simplemente como una herramienta mediante la cual, ante un problema fehacientemente definido y cuyo prisma sea la razón humana y la defensa de la vida, se permita superar un estado de ilegitimidad de los progenitores (violación) o un problema de salud grave para ambos (madre y feto).
No existen ni ser humano ni Dios alguno conocido o por conocer que tenga legitimidad para establecer el periodo de tiempo que pasa, desde que el cigoto es concebido hasta que es legal “matarlo”, porque ese tiempo sería arbitrario en todo caso, y la única realidad absoluta es que la vida comienza en el momento de la fecundación.

Luis A. Marcos Estrada
Universidad de Cantabria

06/03/2013